La Casta de los Metabarones

Me he retrasado mucho con esta reseña, pero creo que la entidad del cómic lo merecía: La Casta de los Metabarones, nada menos que una de las obras de referencia del cómic ¿europeo? que comenzó a publicarse en Francia allá por 1981. Lo de europeo entre interrogaciones se debe a que, aunque la edición del cómic es netamente francesa, corriendo su publicación a cargo de la “editorial/fundación/colectivo” Humanoids Associés (conformado por autores del cómic y la ciencia ficción francesa, tales como Moebius o Jean Pierre Dionnet), los autores de la obra son el polifacético chileno Alejandro Jodorowsky y el ilustrador argentino Juan Giménez.

Independientemente de la nacionalidad de sus creadores, La Casta de los Metabarones encaja perfectamente en esa corriente creativa cuyo máximo exponente y faro de referencia fue la revista francesa Metal Hurlant, publicada precisamente por Humanoids Associés entre 1974 y 1987, y que también vio la luz en Alemania, Italia, Gran Bretaña, España y Estados Unidos (allí bajo el nombre de Heavy Metal). Esta publicación se convirtió en un auténtico generador de tendencias en el ámbito de la cultura fantástica y la ciencia ficción, tocando todos los palos y creando un imaginario compartido tanto por los autores como por el público. Así, Metal Hurlant eran las evocadoras ilustraciones de Frank Frazetta, los relatos de Phillip K. Dick, las novelas de Frank Herbert, la SciFi hollywoodiense como Blade Runner, la música más transgresiva como el metal de Iron Maiden o los acordes electrónicos de Vangelis y, definitivamente, también eran los cómics como La Casta de los Metabarones.

Por tanto, leer la reciente edición realizada por Mondadori de la obra de Jodorowski y Giménez, recogida en un único volumen dentro de la colección Reservoirs Books, es un poco como viajar en el tiempo hacia esa ciencia ficción ochentera, más emparentada con los mundos fantásticos de Dune y heredera de los relatos de John Carter de Marte, que la actual ciencia ficción obsesionada con la tecnificación y los universos virtuales. Es redescubrir que la SciFi tiene todavía validez como entretenimiento puro, como creadora de mundos y civilizaciones imposibles, sin necesidad de ser una constante metáfora de nuestra época contemporánea.

Metiéndonos en harina, habría que decir que el Último Metabarón es un personaje secundario de la saga El Incal, desarrollada entre Jodorowski y Moebius. Al igual que allí, en este cómic el chileno recicla muchas de las ideas que planteó para su truncada adaptación cinematográfica de Dune, por lo que se pueden encontrar ciertos paralelismos  entre ambas obras. Respecto al argumento, podemos decir que el título es bastante descriptivo, ya que lo que se nos narra es la saga de los metabarones, desde el primero hasta el último de esta casta de guerreros invencibles que se regían por un código de honor y de conducta tradicionalista, muy similar al bushido, pero que no dudaban en alterar cibernéticamente su cuerpo para lograr cualquier ventaja en la batalla. Como resultado, los metabarones se convirtieron en los guerreros mercenarios más poderosos de la galaxia, capaces de desestabilizar cada uno de ellos a mundos enteros, o de mantener imperios con simplemente anunciar que respaldaban al régimen. Más que guerreros, eran el arma definitiva, con la particularidad que el nuevo metabarón sólo era investido como tal una vez asesinaba a su padre. Así, durante varias generaciones, los Castaka, capaces sólo de concebir varones, engendraban al que sería su propio asesino y sucesor.

Por tanto nos encontramos con un relato de estructura cíclica, con ocho capítulos (titulados con el nombre del Metabarón al que está dedicado) en el que asistimos al nacimiento, adiestramiento, ascensión al poder y posterior asesinato de cada uno de los ocho metabarones, hasta que el último de ellos rompe este ciclo. Este planteamiento puede parecer reiterativo, pero Jodorowski introduce los suficientes elementos de motivación como para que la historia de cada metabarón nos resulte interesante por sí misma; hasta el punto de que el lector aguarda esos momentos del relato que sabemos inevitables, como el enfrentamiento entre padre e hijo, o el encuentro con la mujer que será la madre del próximo metabarón, para ver cómo el autor los solventa en esta ocasión.

Lo más llamativo del trabajo de Jodorowski es que concibe su obra como un drama griego clásico, al estilo de las obras de Homero, y no sólo porque se trate de una epopeya grandilocuente, o porque ensalce la figura de héroes imposibles, sino porque el tono, la concepción de los personajes y sus reacciones exageradas son las que se encuentran en los clásicos de la antigüedad. Jodorowski pretende entroncar su obra, a través de los siglos, con la épica de la Ilíada y la Odisea, los pilares fundamentales de la literatura grecolatina. De este modo, sus personajes no parecen envejecer, acometen hazañas inconcebibles para los mortales, reaccionan con sentimientos de una pasión desmedida o de una crueldad extrema, lejos de un comedimiento mínimamente realista; las madres cometen incesto por amor, y los hijos matan a sus padres por honor… Es decir, al igual que en los poemas épicos de la antigüedad, todo está exagerado, a veces hasta el absurdo.

Depende de cada lector el asumir o no la propuesta de Jodorowski. Es cierto que la historia que se nos cuenta, en su concepción, es similar a una epopeya clásica, sin embargo, la antinaturalidad de todos los personajes distancia al lector del relato, incapaz de identificarse con ninguno de sus protagonistas. Personalmente, me cuesta desarrollar interés por estos personaje: sus comportamientos son tan arquetípicos que sería como emocionarme al leer un libro de historia.

Esto hace que el relato no enganche en algunos momentos y asistamos, más o menos indiferentes, a una narración que por lo demás resulta eficaz pero en ningún momento brillante, cargada de situaciones que ya hemos visto en otros grandes clásicos del género. Aun así, una vez que concluimos la lectura, sentimos la sensación de haber leído una obra compacta y con personalidad. La fuerza del conjunto es innegable.

Al margen del trabajo de Jodorowski, creo que es justo destacar el magistral arte de Juan Giménez, un dibujante con un nombre tan fácil de olvidar como inolvidables son sus ilustraciones. Giménez realiza un trabajo soberbio, dando una lección de cómo diseñar y plasmar escenarios y trasfondos. Y es que en esta obra el argentino convierte en protagonistas a los paisajes estelares, los exóticos planetas, la extraña arquitectura de cada civilización… todo ello conforma un mosaico de una personalidad arrolladora, dejando en un segundo plano su diseño de personajes, menos imaginativo en comparación. Es tan habitual en el cómic contemporáneo encontrarnos con dibujantes que se centran sólo en los personajes, convirtiendo el contexto en anodinos fondos impersonales, que el trabajo de Giménez se antoja una referencia imprescindible, demostrando que si un autor quiere tener personalidad en su trabajo y dotar de consistencia un guión, debe trabajar por encima de todo la recreación del mundo donde se desarrolla un cómic. Simplemente espectacular.

En definitiva, una lectura imprescindible para comprender la ciencia ficción europea, pero que, a mi juicio, le falta ritmo y unos personajes más creíbles para contarse entre las obras verdaderamente grandes del género. 7

 

La Casta de los Metabarones.
Alejandro Jodorowski y Juan Giménez. Editorial Random Mondadori, colección Reservoirs Books.

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7 comentarios en “La Casta de los Metabarones”

  1. Vani- Vani Says:

    Me tienes flipadica, flipadica de lo bien que te documentas…

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  2. Geger Says:

    Muy buena reseña… 🙂

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  3. David Says:

    Gracias Geger…

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  4. Decatonkeil Says:

    Mi gran favorito en esto del cómic. Me parece que te dejas varias cosas, como el grandilocuente uso del lenguaje que hace Jodo, con ese léxico tan divertido de leer, la rabiosa violencia de su universo dirigiendose hacia una ambientación de ci-fi gótica desde lo «semiconan» (lo cual ayuda a crear la progresión en el futuro-pasado que crea), la introducción de temas verdaderamente adultos en un género tan amable como suele serlo la opera espacial (nada de lados oscuros, pasados tormentosos… toma emasculación, toma lios de faldas al estilo Borgia, toma decapitación, tomo ojos fuera, hala! XD)…

    Imaginarás que nota le doy yo siendo mi cómic favorito, eso va en gustos desde luego, yo lo recomiendo muchisimo. Sobre los personajes, creo que es que son demasiado grandiosos y poderosos como para identificarte con ellos en según que maneras, si en vez de ser capaces de destruir un universo fueran capaces de quemar Vietnam no me identificaría mejor con ellos, y es por que el rollo (super)soldado no me va demasiado, pero la tragedia de estos es simplemente tan atractiva para mí… el verme asqueado por el personaje de Agnar por ejemplo en cierto punto reacciona con la simpatía que le tenía al principio con sus planes de futuro y su ingenuidad de juventud, y ocurre a la inversa con Cabeza de Hierro. Además todos están ligados al mito teatral de la rueda de la fortuna que tanto le gusta a Jodorowski y, leyendo este, y su precuela Castaka, evidencia por qué se empieza por la generación que se empieza en cada serie y no por la anterior por ejemplo (y es que al final va a resultar que tanto en lo genético como en la linea de sucesión patriarcal – no así espiritualmente- los Metabarones y los Castaka antes que ellos, son una farsa).

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  5. Decatonkeil Says:

    Ops, me queda decir que, por ritmo, a mi nada me ha enganchado tanto (salvo Ghost in the Shell o 20th Century Boys… ops, mierda, si es que soy raro… seguro que estos no le enganchan a nadie :S) y que salía de la uni o de las practicas corriendito a la biblio a seguirlo… y luego por supuesto lo pedi por cyberdark.

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  6. David Says:

    Bienvenido Decatonkeil, si no me equivoco es la primera vez que comentas. Se ve que te encanta este cómic. A mí Jodorowski me chirría un poco (al igual que Umberto Eco) precisamente por su grandilocuencia, me gusta más la sencillez narrativa. Sin embargo parece ser que este carácter arquetípico de los personajes y ese tono de odisea es lo que a ti más te gusta. Como dices, para eso están los gustos. Pero me parece un gran cómic, aunque no encaje exactamente con mis preferencias (de ahí el 7).

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  7. Decatonkeil Says:

    Sí, es la primera y espero que no la ultima, ya me quedo con este blog, jefe.
    Si miras los otros ejemplos que he dado que me gustan son el completo opuesto a Jodorowsky: desde la ci-fi el obseso del detalle y la documentación Masamune Shirow (un autor cuya habilidad admiro y envidio pero a la que no aspiro) frente a la pura imaginación calenturienta y el simbolismo.
    20th Century Boys que no tiene mucho que ver pero (me falta pasta, lo leí en el comic book ds, así que imagina lo que me debió enganchar para soportar la radiación de las pantallas de noche) ya sabes… lo definiría como Cuentamé meets Los Pilares de la Tierra, y ambas facetas me gustaron mucho.
    De Jodo lo que no me ha gustado tanto ha sido Tecnopadres, por algo repetitivo y quemadillo, pero tenía algunas escenas… pero soy afiliado a las series Incal y Metabarones (y secuelas precuelas y demás asociadas a estas) -el Incal me inició en el autor, me gustó por sus dosis equilibradas de ingenuidad y madurez y me gustó porque me gustaba aquel plagiuecillo que es el quinto elemento desde peque; y Antes del Incal, mejor o peor, me gustó porque tiene mucho ciberpunk pero siempre a su manera rara-) . Y Megalex no me ha disgustado, oye.

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